Han pasado once días desde que se presentó a nuestras puertas una desconocida que ingresó en el convento bajo el nombre de sor Casta. Su misión personal: autocastigarse. Once días y todavía no se ha autocastigado, se le han pasado las ganas. Es más, participa activamente en el huerto, en la cocina, en la limpieza, y ríe sin parar. La magia intramuros tiene sus efectos milagrosos. Hoy día forma parte de nuestra comunidad de pleno derecho. Ya puede participar en las tertulias de la hora sexta y gozar sin restricciones de la liberté, la egalité y la sororité que se respiran en el convento.
Anteayer quedó con la antigua abadesa nonagenaria (y sorda), sor Virtudes, para charlar y merendar juntas. Sor Hortensia preparó para la ocasión sus galletas de la virgen María, aparte de café, bollos y tetillas de monja que les sirvió sor Terita. Aún no sabemos cómo transcurrió la merienda, aunque nos consta que se prolongó hasta el amanecer, porque sobre medianoche sor Casta pasó por aquí y dejó esta nota:
yujuuuuuuuuuuuuuu!!!!! iba pa la cochina a coger más galletitas. Y es que no me llegnan, creop que adelgabzan porque siento que vuelo.
Venía a pregungar si de verdaz Sor Virtudez no oye, yo creo que si porque mientras cenatamos y charlagamos me miraba mu fijab y se reía muchov. Voy a seguif chazlando.
Manana a la hora esa ya te cuenxo máz
A la hora sexta (la hora "esa" según sor Casta), no se presentó a la tertulia, pero había dejado una nota dirigida a mí que decía lo siguiente:
Querida sor:
Encontrábame yo esta mañana algo desorientada, perdida, sin rumbo. Sor Virtudes no me hacía caso y decidí salir a pasear por el jardín.
El aire frío espabila, eso dicen, pero al acercarme a la tapia oí una voz de mujer que me siseaba ssssssss, sssssssssss, sor Castaaaaaaaa, me llamó a gritos. No recuerdo bien su nombre, era algo como grillo y me dijo unas cosas, ay sor, que cosas me dijo.
Estoy llorando Sor, lloro, y es que cuando no puedo dejar de reir se me saltan las lágrimas.
La conversación ya te la susurraré al oido que me da yuyu que me lea el grillo pero por las diosas de tu convento yo pido, pedir no, exijo que se me cambie el nombre a Sor Raimunda pero antes avise a las hermanas de que no me llamen Rai que me suena a mata-cucarachas.
Ahora voy a cambiarme de ropa y a conectarme por internet que de lo que necesito aquí no hay.
Sor Ex-casta.
¡Misterioso! No entiendo nada.
Viendo que sor Virtudes no acudía tampoco a la tertulia, un destacamento se acercó a su celda. Allí estaba sobre el catre, boca arriba, rejuvenecida, con una dulce sonrisa y, sobre todo, muerta. En las manos tenía un sobre dirigido a Gutapercha de Jabariego y Gerundiez. Aún desconocemos los secretos que contiene.
Sor Virtudes se ha marchado feliz como vivió. Sor Casta pasa a denominarse sor Raimunda. Le ha sentado muy bien la estancia en el convento y sor Virtudes le deja en herencia su celda, la número 9. Estaba escrito y firmado sobre su mesa: Lego mi celda a sor Raimunda, hermana y amiga del alma.
¡Sor Virtudes ha muerto, viva sor Raimunda!